miércoles, 16 de abril de 2025

TÍTULO: "El Chal del Amor: " Un Abrazo Tejido en la Ventana del Jardín"

 TÍTULO:                                       FECHA:09/04/24


"El Chal del Amor:

" Un Abrazo Tejido en la Ventana del Jardín"


El invierno se aproximaba con su manto de frío y nostalgia.

 En mi pequeño taller, entre agujas de tejer y ovillos de lana multicolor, tejía un chal con dedicación y esmero. 

No era un chal cualquiera, era un regalo especial para alguien muy importante para mí: mi abuela.

Cada punto que tejía era una expresión de mi afecto y admiración por ella. 

Sus historias de vida, sus consejos sabios y su infinita bondad me habían acompañado a lo largo de los años, y este chal era una forma de agradecerle por todo lo que me había brindado.

Elegí colores cálidos y vibrantes para el chal, como el rojo pasión, el naranja atardecer y el amarillo sol. 

Quería que refleja la calidez de su corazón y la alegría que transmitía a su alrededor.

Mientras tejía, las agujas parecían bailar entre mis manos, creando un lienzo de colores que narra nuestra historia.

 Cada punto era un recuerdo compartido, una sonrisa cómplice, una tarde de juegos en el jardín.

Al terminar el chal, lo observé con ternura.

 Era una prenda única e irrepetible, tan especial como la persona a la que iba destinada.

 Lo envolví con cuidado en papel de seda y lo ató con un lazo rojo, como si fuera un regalo preciado.

El día que le entregué el chal a mi abuela, sus ojos se iluminaron de emoción.

 Lo acarició con sus manos arrugadas y me dijo: "Es el regalo más hermoso que he recibido en mi vida". 

En ese momento, supe que mi esfuerzo había valido la pena.

El chal no solo la abrigaba del frío, sino también del amor que le profesaba. 

Se convirtió en su prenda favorita, en su inseparable compañero de tardes de lectura y momentos de reflexión.

Tejer el chal para mi abuela fue una experiencia que me llenó de satisfacción. 

Me permitió expresar mis sentimientos de una forma tangible y creativa, y fortalecer el vínculo que nos unía.

Este es solo un ejemplo de cómo el tejido puede convertirse en un lenguaje de amor.

 Un regalo hecho a mano, con dedicación y esmero, tiene un valor incalculable y puede transmitir emociones que las palabras no alcanzan a expresar.

El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas, creando un juego de luces y sombras en la cocina de la casa de tu abuela. 

El aroma de las flores del jardín se mezclaba con el olor a café recién hecho, creando un ambiente acogedor y familiar.

Mi abuela, envuelta en el chal tejido con tanto amor por mi, se sentaba junto a la ventana con una taza de té caliente en sus manos. 

Desde allí, podía ver cada detalle de su hermoso jardín: las rosas rojas que tanto le gustaban, las margaritas blancas que siempre recordaban la pureza de su espíritu, y el viejo árbol de durazno que había plantado años atrás.

El chal, con sus colores vibrantes, se fundía armoniosamente con el paisaje exterior, como si fuera una extensión natural de ese escenario de belleza y serenidad. 

Las puntas del chal caían suavemente sobre sus piernas, abrigándola del ligero frescor del atardecer.

Mientras tomaba sorbos de su té, tu abuela dejaba que sus pensamientos vagaran entre los recuerdos y las sensaciones que el chal evocaba. 

Cada punto tejido con cariño representaba una historia compartida, una risa compartida, una complicidad única entre abuela y nieta.

El jardín, con sus colores y fragancias, era testigo silencioso de tantos momentos felices y de tanto amor. 

Y el chal, con cada hilo entrelazado, era el símbolo tangible de ese vínculo indestructible que los unía.


La luz del atardecer pintaba tonos dorados y cálidos en el paisaje, haciendo que cada detalle del jardín resaltará aún más. 

Mi abuela, con una sonrisa serena en el rostro, cerró los ojos por un momento, sintiendo la calidez del sol y la brisa suave que entraba por la ventana.

En ese instante, el chal dejaba de ser solo una prenda para abrigar el cuerpo. 

Se convertía en un abrazo, en un recordatorio constante de mi amor y gratitud hacia ella.

 Y en esa quietud del atardecer, el chal tejido con amor se convertía en un símbolo eterno de afecto y conexión a través del tiempo.                                                      FIN.

Autoria: Virginia Paula Veira



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